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Una cierta verdad

Una cierta verdad

 

 

Entre las películas pequeñas, modestas y ocultas en la maraña de cientos de producciones millonarias, a veces se encuentran perlas cultivadas como Una cierta verdad (Abel García Roure, 2008). Es el primer largometraje de un director que fue parte del equipo de En construcción, otro documental sobre personajes invisibles y situaciones cotidianas que asombra de tanto realismo que plasma en la pantalla. En esta ocasión, el objeto del retrato son las vidas de varios enfermos de esquizofrenia y el hospital psiquiátrico en torno al cual gravitan. Tanto pacientes como médicos exponen sus fragilidades y dudas, pero son los primeros los que conmueven con sus angustias repentinas, con los terribles y paliativos efectos de sus medicaciones, con sus sombras e “inmovilizaciones” a la fuerza, amarrados a una cama mecánica. El personaje principal sufre una esquizofrenia especialmente lúcida, consciente de que es una “evolución mental” más entre todas las posibles y que enriquece con fantásticas elaboraciones técnicas tomadas -cual Quijote- de los múltiples libros que lee. Su ternura, simpatía y ética, sin embargo, no están reñidas con esos brotes, crisis o momentos de especial desequilibrio que les arrebatan a él y al resto de idos; ora con frecuencia, ora ocasionalmente. A muchos sólo los observamos de lado o de espaldas, relatando la tristeza inexplicable de su padecer. Las reuniones de los psiquiatras y sus discursos evidencian cuán difícil les resulta componerse mapas fiables de todos esos mundos mentales a los que pretenden aplacar. En cualquier momento el espectador llega a sentir que a todos nos acecha ese abismo, que no es tan difícil deslizarse por él, perder el sentido. Y la soledad de estos congéneres y la frialdad de esa institución médica casi “total” bien podrían categorizar la grabación dentro del cine de terror, aunque su autor se ha cuidado mucho de no incurrir en las típicas denuncias de la “antipsiquiatría” ni en la exaltación artística del sufrimiento mental. Es una invitación a comprender y es de agradecer que dos programas de Radio 3 (El séptimo vicio y Tres en la carretera) y el Pequeño Cine Estudio de Madrid, le hayan hecho un merecido hueco en sus agendas.

 

 

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