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ateo poeta

Rock a raudales

Rock a raudales

 

Estamos al borde del solsticio vernal, quedan muy pocos días para la noche más corta en nuestro hemisferio. La Ría de Vigo te golpea las pupilas con una placidez anaranjada brutalmente hermosa, con esas grúas y torres perfilándose en primer plano sobre el horizonte. Son casi las once de la noche pero el crepúsculo se demora tan lánguidamente que hipnotiza, dan ganas de quedarse ahí petrificado. Me imagino cómo deben ser esos días eternos en el ártico boreal. Pero me apresuro a la Fábrica de Chocolate porque esta noche tienen vez Vindaloo Rockets (www.myspace.com/vindaloorockets) y The Soul Jacket (www.myspace.com/thesouljacket). El crisol local de gentes inquietas con la música sigue dando frutos sorprendentes. Los primeros no dieron ni un segundo de respiro entre canción y canción. Temas de una intensidad acelerada que arrobaba el pasmo. Letras melancólicas en inglés que se sumergían desapercibidas en esos acordes punk-rock que no dejaban títere con cabeza. Suele ocurrir que al primer grupo, al supuesto telonero, el público lo observa con afán de entomólogo, sin atreverse a declarar su amor por el baile y el trance. Suele ser para calentar los huesos, la noche es larga, cuesta ir sacándose la camisa de fuerza de una semana de costumbres. Cuando subieron a escena los protagonistas, The Soul Jacket, ya tenían a su disposición una audiencia feliz y entregada. Toño, el cantante, regalaba el portento de su voz negra y todo su cuerpo vibrando en cada estrofa. Sus letras, también en inglés, proclamaban un optimismo amoroso y un ardor emocional que combinaba armoniosamente con la fuerza prodigiosa de los instrumentos. Saltos desde evocaciones de Led Zeppelin y Janis Joplin al funk de James Brown, todo sonaba deliciosamente. En el descanso me preguntaba qué habría sido de otras decenas de grupos vigueses cuya vida fue tan efímera (Canon, entre los que recuerdo de este estilo) y cómo es posible que siga floreciendo esta cantera tan prolífica año tras año. Quizás porque en esta ciudad ocurren cosas insólitas como esas recientes nueve jornadas de huelga del sector del metal tomando las calles, sublevando el inconformismo, cercando a la policía. O porque este mar apresado y su puerto a resguardo proporcionan un espacio vitelino de proximidad y universalidad donde no es difícil tejer las complicidades. En todo caso, unas buenas dosis de rock’n’roll como éstas acercan tu cuerpo a tu espíritu y viajas dulcemente por el tiempo y por la noche que apenas te inunda.

 

 

 

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