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ateo poeta

Atributos del sueño encarnado

Atributos del sueño encarnado

 

Sólo llueve livianamente. Apenas perturba

la luz oblicua, el aire es cálido,

no tirito.

Entre los puentes de humedad, al resguardo

del ramaje, siguen las aves de pluma oscura

su picotear rústico, escarbando en pos de

tesoros.

Por lo intempestivo de las descargas

se diría que es un monzón tropical,

dádiva del cielo.

Enseguida escampa, empero, porque

en los fiordos hay nostalgia de nieve.

Si no, rayos salvíficos e impasibles

nenúfares ante los ojos amantes.

Lo sabías, lo leíste en mis dedos

inquietos en ti, cuando

añoraban y oraban el despertar.

Y al beber en tu cántaro, al

honrar la sed y empedrar el

manantial, sucede todo.

Se resuelve la costumbre, el cristal

transparenta lo único que merece

alegría.

Bebo ese recuerdo grácil, el anhelo

también. Sólo me alimento de esa

contemplación verde, a través de la

lluvia tenue y tibia.

Me empapo sin una sola arruga de

violencia. Ando vivo

a guarecerme como a tu

crisálida.

Este brillo del agua es el mismo de los

ojos para dentro, rumiantes,

con su firme piano en tono.

Firmes en su diminuto oasis que

marca la frontera de lo

concebido, y de los pasos sin pisar

el suelo.

De las guerras del frío, de los

sentimientos como icebergs, van

quedando menos restos.

Se deshielan o dan a luz grama,

dulces pétalos claros.

Piden más riego templado.

A la temperatura del alma,

con un siseo vivaz.

Es un ardua tarea.

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