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ateo poeta

aproximaciones al vacío

aproximaciones al vacío

 

 

Palabras que visten grande, varias tallas

de más, grandilocuentes.

¿Quién las inventaría, en qué hora

se durmió el orfebre mañoso?

¿O fue la luna la que enloqueció

al insomne?

Diseccionar esas palabras, hurgar

en su savia lechosa, ver cómo corre,

si es que se inflama.

Si no, arrojarlas a las escombreras

de la historia junto al hollín y a los

discursos vanagloriosos.

¿Por qué siguen levantando polvareda?

¿Por qué esa hipnosis a la vuelta

de un chasquido? Como si quien las

pronuncia sedujese con lo que

oculta.

Y con lo que vuelve a ocultar tras lo que

desvela.

Así, la noria boba.

Nunca reptar, ni la cabeza gacha,

por respeto a las gardenias, a los tilos,

¡a la zarzamora, sí, alerta!

No te preguntaré por palabras de hierro;

mejor que musite el sueño, que mane

su enramada briosa.

¡Que se tiña de complementos e interjecciones!

Esa fonética propia y colorida

tan necesaria para alcanzar el hálito:

¿sólo entonces, después, vislumbraremos

lo inefable?

¿Vivimos de hablar y hablar sólo para

reconocer esa fuerza, raíz tozuda,

palpitar?

Noche esmeralda y fragante, contención

del caudal que ama y habla.

Habla mientras ama en ese lento

acordeón, letra tras letra,

cómplice de esa maravilla engendrándose.

¿Te acuerdas de aquel mar al sur

sin rastro de nieve?

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