Lectura constructivista
Fenece la realidad que no ha pasado
la prueba del amor. Cuando no se atraviesa
el umbral del eclipse, la piel aterida,
el rumor de la tormenta.
Súbita la encarnación
celebra el viento disforme, la sabia
circulación de las extremidades.
Titilan los luceros como tótems que
nos circundan. ¿Por qué me embarga,
por qué esa simple placidez
que se escabulle a la teleología?
Ingrávido,
fetichista,
tenaz hasta confundirme
con el paroxismo de tu luz.
Extraes de mis cavidades un deseo
mineral, la reconstrucción
sensual de un orden amaneciendo.
En esa calidez, en los estertores de lo gélido,
te proclamo en primera persona.
Interrogo a los mapas de fuego.
Racionalizo el milagro de tanta belleza
y sé que esos rescoldos serán diamantes
sólo en el reino de la memoria.
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