solsticio de invierno
Ya no soy dueño del tiempo, nunca lo fui,
siempre se alejó invicto con su obra.
En su estela el hambriento legisla, coloca
las penumbras por aquí y por allá,
ordena tempestades.
Escindidos y animales, en qué plácido letargo.
Con esa vehemencia boreal: sólo dando vueltas
elípticas como quien remueve las aguas.
¿Cuál será mi resquicio? ¿Habrá pasado ya
el cénit sin darme cuenta?
¿Hasta dónde puede fluctuar
la rítmica de las inspiraciones y expiraciones?
Agridulce conciencia del límite. Fuego
fatuo para los congéneres: peripecias históricas.
No hay nada que detener, nuestras manos
esculpen apenas el silencio.
Me quedaría así, contemplativo, en trance,
contigo, sólo con la belleza que crepita.
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