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ateo poeta

solsticio de invierno

solsticio de invierno

 

Ya no soy dueño del tiempo, nunca lo fui,

siempre se alejó invicto con su obra.

 

En su estela el hambriento legisla, coloca

las penumbras por aquí y por allá,

ordena tempestades.

 

Escindidos y animales, en qué plácido letargo.

 

Con esa vehemencia boreal: sólo dando vueltas

elípticas como quien remueve las aguas.

 

¿Cuál será mi resquicio? ¿Habrá pasado ya

el cénit sin darme cuenta?

 

¿Hasta dónde puede fluctuar

la rítmica de las inspiraciones y expiraciones?

 

Agridulce conciencia del límite. Fuego

fatuo para los congéneres: peripecias históricas.

 

No hay nada que detener, nuestras manos

esculpen apenas el silencio.

 

Me quedaría así, contemplativo, en trance,

contigo, sólo con la belleza que crepita.

 

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