Aunque en el mar de Alborán,
te imagino augusta entre los fiordos noruegos,
besas con el opio en la saliva
y los unicornios verdes en las pupilas satíricas,
flor del cactus, aguadora del desierto,
diáfana,
saeta,
atalaya
en loor de las ecuaciones orientales,
te doy coba, azuzo tus satélites en previsión
de los dragados, mimo tus pechos,
siembro tu vulva de sauces cristalinos,
-esto es vida, me persuado-
el mensajero maratoniano te urge
al boca a boca,
a la libertad atómica,
mujer con sintaxis de hélices, con trigonometría
excelente para puentes y caminos,
cuerpo espongiforme y alma trufada de arabescos
que no admite traducción,
-amatista, perpleja turgencia de la sandía que
sorbo- he sido esbelto
y nimbo junto a tu especie,
he obviado mis fractales
porque la melodía incomprensible del orgasmo
y porque las ballenas de amor a la deriva
ruedan y ruedan como una brújula o un péndulo
del sentido, de lo que huye
y, no obstante, augura, y ahí
boreal y enigma púrpura
y pradera y rocío
y navegación a vela
y emboscadura y resurrección
nos hemos disipado.
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