Nadie puede exigir
un orgasmo
sin profanar el misterio
de lo anacrónico.
Radica el éxtasis
discontinuo
en desafiar al letargo
de la belleza
evocada.
Y encarnarse en lo ingrávido.
Aunque apenas musiten,
fijar toda la conciencia
del ser
en la humedad de los labios
que rebosan.
Aguardar
su vibración.
0 comentarios