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ateo poeta

 

Nadie puede exigir

un orgasmo

sin profanar el misterio

de lo anacrónico.

 

Radica el éxtasis

discontinuo

en desafiar al letargo

de la belleza

evocada.

 

Y encarnarse en lo ingrávido.

 

Aunque apenas musiten,

fijar toda la conciencia

del ser

en la humedad de los labios

que rebosan.

 

Aguardar

su vibración.

 

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