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La ciudad partida, escindida, fragmentada en mil añicos, con sus volátiles bifurcaciones y sus fijas coordenadas, ahíta de vidas erráticas, sumidero de las esperanzas vanas, de las ilusiones frente a los vacíos que le dan sentido a lo inmediato pero que nos dejan siempre a la intemperie, donde no hay ningún lugar al que huir y sólo puedo atisbar la permanencia de la tormenta, una escasa alegría en la que resguardarme, el templado ramaje que se abre paso.
Fotografía: Ernst Haas
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