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ateo poeta

 

A los rascacielos se les otorga

toda clase de magníficas prebendas

y ovaciones boquiabiertas.

 

Yo mismo me he dejado engatusar

por sus alturas

de promesas

panorámicas

y sus pieles acristaladas

y refulgentes

por las que a veces

se descuelgan

los hombres araña,

los señores de la limpieza:

escaladores a tiempo parcial

que encuentran aquí

remuneración

a sus dotes respiratorias,

a su vida sin vértigo,

a su valor ante la nada

hambrienta

de cuerpos reptando

por un plano

vertical.

 

Pero por mucha grandeza

que ansíen

los dueños

de los pináculos,

nadie puede sustraerse

a la escala

de melancolía

que proyectan

sus luces

y sus sombras.

 

Por cierto, torres

más altas

han caído.

 

 

 

Ilustración: Ed Templeton

 

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