Lo mejor que me puede ocurrir
después de mirarnos perpetuamente
y de no decirnos nada de lo que pensamos
y de besarnos y despedirnos
hasta la próxima interferencia,
es disponer de un inmenso lago
de tiempo nocturno
para escribirte un poema
que nunca leerás.
Ilustración: Michele del Campo
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ateopoeta -
Prado -