Como no sabían abrir puertas,
derribaron las nuestras
y levantaron un mohíno muro de adoquines
en su lugar.
Poco se puede esperar del cemento de la ley
cuando erige tapias y venera el vacío.
Ningún razonamiento cabe
en su brazo ejecutor, sólo sangre
y ojos destilados.
Para mayor gloria de quien congela el tiempo
con su vil metal, de quien desahucia
y se pudre en el fango
de su residencia blindada.
Hay mucho de inefable e intangible, sin embargo,
que ya sólo pertenece a los cuerpos comunes
y a las vocaciones que amaron
aquel umbral.
Hay también instrumentos musicales, máquinas
libres, sombras chinescas, luces y piezas abundantes
de bicicletas que clamarán a gritos
volver a habitar.
Es todo muy extraño,
el mundo al revés
cuando la vida podría ser tan sencilla.
Podría ser
tan dulce y sublime, tan sencilla
al mismo tiempo que la revelamos.
Mural en el CSOA Casablanca (Madrid)
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