Porque hoy no tengo con quien
conversar, nadie ahí que ponga el acento
y que utilice sus compuertas
para dejar que fluyan y que se empantanen
a conveniencia las palabras austeras,
la simple necesidad de hablar,
la risa desbordada, la carencia
de toda necesidad, porque no es
de este mundo escribir en el vacío,
porque no puedo aquilatar
los granos de dicha, ahorrarlos
para cuando falten la sal y las especias,
porque reconozco ese humo
en el cielo frío, la combustión lenta
e irreversible de todos los sueños,
el horizonte gris y perfectamente
desdibujado en el que solo unas aves
metafóricas parecen revolotear
a sus anchas, porque te has ido
y sigo a tientas recogiendo del suelo
tanto amor hecho trizas.
Ilustración: Felipe Benitez Reyes
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