Si yo escribo, mi amor:
"Mientras le pedía un kilo de aguacates,
medio de mangos y cuarto de champiñones,
las curvas de aquella mujer
hacían temblar vigas y columnas
de dos tercios del mercado de abastos.
Me descolocaba tanto su sonrisa generosa
como una doble limosna a un mendigo
que acabé por seguirle el juego
e invitarla a probar en mi casa
una ensalada de frutas
y un pescado al horno,
por eso de las proteínas
y para que no se aburriese demasiado
de mí a las primeras de cambio..."
No te creas ni una palabra
del cuento, por favor.
Tú ya sabes cuáles son
las reglas de este oficio.
Aunque, hay que reconocerlo,
la frutera estaba muy buena.
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