Llevaba varios días
buscando textos, cifras y mapas,
consultando otros programas,
manuales y libros de referencia
para los profesores
más veteranos,
cavilando qué sentido tiene
hoy
enseñar
y aprender
en este mundo escindido
y saturado.
Escogí entonces la lectura
de James C. Scott
para ocupar el trayecto en metro
hasta los juzgados
de lo penal,
esas primeras mazmorras,
esas antesalas del oprobio
y de la farsa
donde unos compañeros
eran acusados de daños
y usurpación,
en realidad, de plantarle cara
a las mafias orquestadas
con sus guantes blancos
y sus sucias manos.
Y no hicieron falta
más disquisiciones: toda
aventura de conocimiento
consiste en afilar
los cuchillos,
en poner a prueba
su resistencia.
Fotografía: David Turnley
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