La mejor lección
que uno puede aprender
de aquellos taxidermistas
de la burocracia ciega
y los sumisos protocolos,
de las montañas inútiles
de legajos y sellos estampados,
del ir de puerta en puerta
como ahora se bucea
tirando de uno y otro hilo
hasta la extenuación,
es que resulta infinitamente
más saludable
abrazar unas pocas
y sólidas premisas
existenciales.
Aunque las sometamos,
ellas sabrán por qué,
a continuos
interrogatorios.
Ilustración: Ran Ortner
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