Ejercer la crítica
a la crisis infligida
y permanente,
al expolio
de todo lo que nace
y diverge.
Vivir al límite,
en los márgenes
de los márgenes,
como única
condición
-irreductible-
de disconformidad.
Desvelar
infinitamente
cada capa de lengua
sin alimento,
cada boca
hambrienta,
el sólido orden
en su torbellino
perecedero.
O enhebrar
la acción
al discurso,
el cuerpo
a su reflexión,
la misma fuerza
y materia
del análisis concreto
con que respiran
las prácticas
de soberanía.
Fotografía: Don McCullin
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