No sé cómo se hace
la revolución, ni me creo
la milonga
de que haya un único
prototipo
a emular.
Bastantes tragedias
se han sucedido
tras muchos y justísimos
alzamientos
populares.
Permanecen, en todo caso,
los panes y las rosas,
y llenarse las manos
de soberanía.
Más complejos serán
los algoritmos
que le confieran esplendor
a los oscuros ideales.
Lo que sí sospecho
es que no disfrutaremos
de la fiesta
sin antes desbrozar
los tortuosos caminos
que nos quedan
por recorrer.
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