El juicio crítico sobre el poema
no dejará títere con cabeza
ni absolverá de la hoguera
una rima inicial
en asonante.
Se segará de cuajo el corazón
para que las fibras de la sintaxis
pongan de manifiesto
la semántica sanguínea
sin que el paciente
se incline hacia un coma
terminal.
En una pirueta digna de arlequín
se aprovechará
la oportunidad académica
para hacer alarde
de los propios vicios
por medio de una retórica
no menos
engolada.
Un broche de oro
si se encumbra,
acta de defunción
si la puntilla se clava
en el lomo de quien firma
el manojo de los versos.
Aunque más habitual
es escurrir el bulto
y salir por la tangente
con alguna evocación
críptica y extemporánea.
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