Aunque fuera invierno
y se colara el frío
por todas las rendijas
y nos erizase la piel
en su legítima defensa,
me quitabas la ropa,
simple y dulcemente,
sin poder disimular
la violencia y las ganas
que habías ido acumulando,
y así creabas la luz
y yo no necesitaba más
para subsistir,
y tú te largarías pronto
con la música a otra parte,
movida por la misma sed,
y ya nada sería igual,
pero todo sigue su curso
inexorable.
0 comentarios