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ateo poeta

 

El tono canela de la tarde cayendo y,

con no menos lirismo, tres chavales

jugando a enterrar sus cuerpos bajo la

arena, trazando la frontera de lo inmóvil,

poniendo de manifiesto el milagro y la

falacia de que el tiempo es oro porque

todo alrededor resplandece y vale con

sus atributos inefables.

 

Del agua ha emergido un tipo fuertemente

musculado, con águilas e inscripciones

barrocas tatuadas en su piel de héroe, con

su rubia cabellera y su rubia y frágil niña

esperando su abrazo de oso para retomar

la metódica jornada de excavaciones

y alegrar la vista cansada de toda esa

tercera edad nórdica que se cuece sin pudor,

quemando los últimos cartuchos de la

eternidad con una piña fresca en los labios

por treinta bahts.

 

Empezamos a discutir sobre el matrimonio

y la prostitución cada vez que un hombre

blanco pasea de la mano de una mujer mucho

más morena y delgada, como si todo fuese

conveniencia estadística y el amor brillara

por su ausencia, o es que tales percepciones

son fruto de la insolación y de la injusticia

global que azota más a los más débiles

y omitidos.

 

Cada veinte segundos aparecen currantes

vendiendo helados, figuritas de madera,

vestidos étnicos, bañadores de marcas de pega,

rosquillas glaseadas, manteles de viscosa,

lámparas, aviones de corcho y cometas, paseos

a caballo, masajes para los pies, maíz a la brasa

y una extrema amabilidad que me obligan a

dejar de lado la lectura para atender a la evidente

lección magistral de economía política.

 

Con el paso de los años se irán extinguiendo las

dunas, las dunas que la marea implacable arroja

contra los muros, contra los muros erigidos por las

propiedades privadas en primera línea de playa,

porque no pueden ir más adentro, y veo a una señora

recolectando las medusas que yacen muertas en

la orilla, también por culpa de la mala vida, claro,

y las restriega y deshecha las vísceras, y se va

con sus bártulos a otra parte, mientras un camarero

embutido en su uniforme contempla los no menos

líricos estertores del crepúsculo, y ya era hora,

porque se había levantado a las cinco y media de

la mañana, pero es lo que hay, porque todo esto,

desde su punto de vista, no es más que otro

puto día de trabajo para toda esa gente con

pasta.

 

 

 

 

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