Puede ser que la felicidad sea eso
Traspasar la superficie, los espejismos
de la rasante, y auscultar los regalos de la
naturaleza, la vida ingrávita y coralina que
inunda nuestra percepción, los corpúsculos
tamizados del mediodía. De acuerdo al fluir
de las densidades, al gemido de las ballenas:
entregarnos una porción de tiempo como
dueños de nuestra deriva, de finísimas arenas
y nada, el lecho de nuestra procreación,
respirar, sorber el oxígeno frugal mientras se
ensortijan nuestras lenguas y cabellos.
Al cabo de las simas y de las chimeneas
tectónicas, arrastrados zalameros por los
sueños de agua, sin gobierno posible de esta
efímera inmortalidad, la emergencia a los
cerezos en flor, al incienso de nuestra piel
que atesora preciosos minerales y néctar,
coordenadas imprevistas, la espuma salada,
la dilecta navegación.
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