Imagínese un acuario
sin vegetación
ni distracciones
inoportunas,
un portento
de transparencias,
los peces nadando
con inquietud
en todos los sentidos
porque las dosis
de comida apenas
alcanzan,
los muertos que yacen
inmóviles
en el fondo,
aguardando
el dispositivo
que los retire
o a que su podredumbre
también sirva
de alimento,
una necesidad
de indiferencia,
no hay tiempo que perder,
el tiempo apremia,
lo básico escasea.
Imagínese,
haga un mínimo
esfuerzo,
ya sé que es difícil,
que este desagradable
espectáculo
no ha ocurrido
jamás
y que, empero,
su posición
a uno u otro lado
de la pecera,
podría cambiar
cuando menos
se lo espere.
Fotografía: Agnes Martin
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