El mundo no es
de color de rosa.
Qué te voy a contar
que tú no sepas.
Pero no hay un pozo
que nos saque
de otro pozo,
ni religiones
ni monsergas
que se han dado
tanto de bruces
contra los mismos
muros.
Esclavitudes
más o menos disimuladas.
Niños y niñas sometidos
en el fondo
de los más repugnantes
abismos.
Criminales de toda casta
y condición
llevando la batuta
de los asuntos públicos.
Inversores
sin escrúpulos
ante la sangre
que derraman.
Enfermedades curables
aunque no produzcan
rentabilidad
pecuniaria.
Torturas oficiales,
asesinatos impunes,
mujeres machacadas
en todas las esferas
de sus vidas.
El listado
de los horrores,
por desgracia,
podría extenderse
hasta el infinito.
Yo también doy
puñetazos en la mesa
y siento asco
y rabia
y no entiendo
por qué persisten
tantas aberraciones.
Ojalá tuviera más
respuestas
y las victorias pírricas
del pasado
me levantaran la moral
cada mañana.
Sólo te puedo decir
que en este sinuoso
camino, por lo menos,
siempre he hallado
almas gemelas,
cómplices
y compañeros
en las más variopintas
batallas.
A veces amistades,
a veces amores,
a veces personas
anónimas
pero ejemplares
o cuya ambigüedad
me servía
de espejo.
No es para tirar
cohetes,
ni se trata ahora
de pasarnos al bando
de un optimismo
psicotrópico
con el que te llevan
al matadero
en cuanto te descuidas.
Tú ya sabes
que necesitamos
pan y rosas
y que nadie
nos las va regalar
por nuestra cara
bonita,
aunque es hermoso
recordar
tanto trabajo
para que acontezca,
al fin,
lo extraordinario.
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