¿Pueden soñar
y amar los robots?
Depende, claro,
de cómo definas
los verbos
(y hasta el sustantivo
tal como están
nuestros cuerpos
y almas
de hibridados
con tecnología).
Lo que sí pueden,
con una básica
programación,
es servirte
de animal
doméstico.
El punto de intimidad
se lo otorga cada uno,
mientras no se instale
un virus destructivo
en el sistema.
¿Y acaso sabemos
cómo sueñan
el resto de los humanos
si apenas nos relatan
los detalles
menores?
¿Y qué son, sino,
esos amores
virtuales
con los que
nos entretenemos?
¿Frutas de un día
que exprime
la máquina?
En fin, ya sé
que estas disquisiciones
poco aplacan
los estados pasajeros
de fiebre amatoria
o necesidad carnal,
pero, al menos, ayudan
a que no te salte el corazón
cada vez que alguien
te envía
un mensajito.
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