Regalar un bolígrafo
a quien todavía le convence
una hoja de papel,
un reloj a quien suspira
por la escasez
del tiempo libre,
una cartera donde guardar
lo que hay, más o menos,
sin desperdigarse
por el bolsillo,
una pulsera o un collar,
lo que conserve
la adherencia al cuerpo,
lo que suelas usar
cada día como la taza
o el cepillo de dientes.
Esas nada sutiles
maneras de obligarme
a que te recuerde
aunque haya acontecido
una eternidad
desde entonces.
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