Los iris inmaculados en los que galopan
corceles sin necesidad de riendas.
Un anochecer de plata y plomizo, cierto
e inexorable, a tenor de la hora de cierre
de las casas de apuestas y las joyerías
olímpicas donde garantizan el antídoto
para cualquier fracaso terrenal.
La multitud en trance de hoy saboreando
las uvas como si pudiéramos acceder
al paladar ajeno.
Fotografía: Masao Yamamoto
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