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ateo poeta

 

Salía de la ducha, fin de la tarde,

una brisa otoñal, algunas flores

ya mustias, apenas una toalla

invitando a su cuerpo glorioso,

joven, ebrio de fantásticas

proyecciones, impugnación

de todo escepticismo, el pelo

húmedo y la boca ardiente.

 

Una luz naranja y el crepúsculo

escribían el guión de lo sublime

mejor que nosotros mismos.

 

 

Fotografia: Miguel A. Martínez

 

 

 

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