Que ames como si no hubiera mañana.
Con ternura, con dolor. Voraz o, acaso,
sin las agujetas del pensamiento.
Que no descanse tu sed ni la caridad
de tus manos de nieve. Nada significa nada
excepto este huir de la monotonía. Que soy
tu cuerpo, que me entierras y me resucitas.
Escribir sobre lo interrumpido, antes de,
lo que se estanca y engendra. Soy tu imagen
rota. Que ames tu finitud y tu imposible.
Sabes a café. Entras en la ducha. Que las
malas hierbas de la tristeza no se apoderen
de nuevo de lo fértil, de los nombres.
Fotografía: Henry Leutwyler
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