Entrar en una pasión salvaje
supone más temeridad
que hazaña.
Nada que envidiar a la pluma
arrastrada al ojo del remolino
y luego despedida
sin compasión
hasta yacer al lado
de los demás cuerpos
inertes.
Ilustración: Riccardo Mannelli
Entrar en una pasión salvaje
supone más temeridad
que hazaña.
Nada que envidiar a la pluma
arrastrada al ojo del remolino
y luego despedida
sin compasión
hasta yacer al lado
de los demás cuerpos
inertes.
Ilustración: Riccardo Mannelli
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