Al escucharte
comienzo mi ejercicio
lento y silencioso
de tejer tus palabras,
tu respiración,
los impulsos y latidos
que las acentúan,
hasta enhebrarlas
con su sombra
escrita, con el vaivén
entre la voz
y el texto que evocan,
como dos canales
simultáneos
que multiplicaran
el significado,
como si cada segundo
fuera crucial,
un golpe de timón,
un convite
a predecir la trayectoria
de la luz en su cierta
bifurcación,
por eso callo
y admiro cada punto,
cada gesto
que lo acompaña,
todas las huellas
apócrifas
que lo han nutrido
durante años y vidas
de sinuoso aprendizaje,
de ósmosis
involuntarias,
por eso te escucho
y memorizo,
apenas puedo añadir
más dicha
a esa manifestación
celeste, a ese acto
corpóreo del habla
insólita y naciente,
nívea
y esquiva.
Fotrografía: Julia Rionda
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