Dios
no trabaja por ti.
Aunque puedo entender
que tú quieras trabajar para Dios.
Dios
no te da los medicamentos
que necesitas.
Eres libre, eso sí, de pensar que fue su mente
la que iluminó a quienes investigaron su química
hasta el insomnio.
Dios
no paga tus facturas ni tus impuestos.
Esos asuntos menores, dirás,
solo interfieren
en nuestro camino seguro hacia el paraíso.
Donde nadie los reclamará.
O serán perdonados. (Pelillos a la mar.)
Dios misericordioso no salva
a las miles y los millones de criaturas
que perecen a cada minuto en esta tierra, la que es.
Dios
incluso
anima a algunos a persistir
con la carnicería.
Me irrita Dios.
No quienes se aferran a su idea infinita
sin otros daños colaterales.
Dios
que funda escuelas, conventos, empresas, ejércitos
y no se apea de la boca de presidentes.
Dios
como negocio de las almas, ofuscación, axiomática.
Me irrita
porque he visto los daños.
Y porque no pretendo barrerlo de un plumazo de esta faz
ni de las cavidades de ultratumba en donde han nacido todas
sus máscaras.
Que se las arreglen como puedan
con sus divinidades.
Y que dejen de dar la murga con el susodicho.
Para mí Dios solo puede existir cerca o dentro de ti.
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