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ateo poeta

 

 

A las siete de la mañana, antes

de que me achicharre este calor de julio,

salgo al bosque y veo campar a sus anchas

la superpoblación de conejos.

 

Y pienso en su alegría presunta cuando

brincan a placer porque no debe haber

depredadores, zorros, aves rapaces

o hambrientos que les acechen.

 

Si los hubiera pienso en las ventajas

que reportaría la velocidad, el don

del escamoteo o la apariencia poco

apetitosa para sustraerse del banquete

ajeno.

 

En última instancia, al animal cazador

le importan tres cominos

las disquisiciones intelectuales o la

individualidad de sus presas, pienso,

pues se trata de comer una entre

las muchas que se dispersen

en desbandada.

 

El mismo terror. Semejantes axiomas.

Quienes imitan o configuran a su medida

la naturaleza cruel. Así, los dueños

del capital que ni siquiera necesitan

levantarse temprano.

 

 

Fotografía: Man Ray

 

 

 

 

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