Desarmar la compasión que apunta
al menesteroso
por quedarse en mera
y atribuir al infortunio su falaz
anomalía.
Ni indiferencia, ni desprecio. Ni altares
u oraciones a los que escupen
los agónicos, aventajados alumnos
de los palos que da la vida.
¿Por qué se celebran la tristeza
y los rostros demacrados? La maldita
bifurcación. Los pilares.
En lugar de las brechas
en el encasillamiento. Lo incorrecto
del orden aplastante, el asco.
Lo que descentra de este mundo
las nociones de belleza, equidad,
resplandor. Porque no hay tiempo libre,
solo muerto. Espera, asfixia,
intriga.
Fotografía: Rosa Neutro
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