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ateo poeta

 

Ilustres o aspirantes.

 

Viajan largos y costosos trayectos. Sufren

todo tipo de desarreglos familiares. Solo

para quince o veinte minutos

de ponencia.

 

(Añádanse a los inconmensurables,

fructíferos alternes en los pasillos

y la sobremesa.)

 

Y poder decirles a oyentes ilustres

o aspirantes. Que el ser habla, fornica,

ingiere sucedáneos, se deprime como el ocaso

del día, fantasea con lo mejor

y lo inefable, exhala y palidece,

construye penosamente,

se acicala cuando no mueve montañas,

toma el sol, abusa del prójimo

y hace vudú con sus dioses.

 

Todo de acuerdo a la más perfecta

cacofonía. Es obvio y natural y evidente.

Aunque adquiera su matiz según

la escuela de pensamiento.

 

Después cruza las nubes, explanadas

y aves migratorias. Y aterriza

en su comodidad. El pan que humea.

Las odiosas rutinas. El pronóstico

del tiempo.

 

Y sus músculos piden tregua, limosna,

ebriedad. Para continuar viviendo

no como los caracoles ni los vehículos

a motor ni las hierbas aromáticas

ni tampoco como los entes abstractos que pueblan

su duermevela.

 

 

Fotografía: Viki Kollerová

 

 

 

 

 

 

 



Ilustres o aspirantes.

Viajan largos y costosos trayectos. Sufren
todo tipo de desarreglos familiares. Solo
para quince o veinte minutos
de ponencia.

(Añádanse a los inconmensurables,
fructíferos alternes en los pasillos
y la sobremesa.)

Y poder decirles a oyentes ilustres
o aspirantes. Que el ser habla, fornica,
ingiere sucedáneos, se deprime como el ocaso
del día, fantasea con lo mejor
y lo inefable, exhala y palidece,
construye penosamente,
se acicala cuando no mueve montañas,
toma el sol, abusa del prójimo
y hace vudú con sus dioses.

Todo de acuerdo a la más perfecta
cacofonía. Es obvio y natural y evidente.
Aunque adquiera su matiz según
la escuela de pensamiento.

Después cruza las nubes, explanadas
y aves migratorias. Y aterriza
en su comodidad. El pan caliente.
Las odiosas rutinas. El pronóstico
del tiempo.

Y sus músculos piden tregua, limosna,
ebriedad. Para continuar viviendo
no como los caracoles ni los vehículos
a motor ni las hierbas aromáticas
ni tampoco como los entes abstractos que pueblan
sus noches de insomnio.


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