Esa libertad manoseada, sucia,
hipócrita que pronuncia
el privilegiado:
no me sirve.
En el fondo, en nada se distingue
de la libertad negada,
proscrita, subversiva según lo estipulado
por quienes llevan las riendas.
No me sirve.
La libertad de elegir
entre la miseria y la sumisión
de mi cuerpo a los ejercicios mágicos
de la codicia:
no me sirve.
La libertad del aislamiento
y de la tristeza. La voz libre
sin nadie que la escuche
y la cuestione:
no me sirven, me limitan.
La única libertad
que no me hace daño
y por la que nos dejamos la piel
es la que emancipa
de todas esas falacias.
Fotografía: Nobuyoshi Araki
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