Escribir poemas en horario de oficina.
Se trata de una jornada a tiempo
muy parcial:
desde la suma de un conjunto de instantes
no remunerados
hasta la lánguida dispersión
a la espera de las musas
que a veces no llegan a tomar el último
tren.
Al igual que el resto de empleados
me arreglo y acicalo
cada mañana
me exijo puntualidad
y calculo los balances
a fin de mes.
Mis jefes apenas se percatan
de la anomalía.
Y, sin embargo, son tantas y tan serias
las cuestiones a verbalizar
que a menudo convoco huelgas
de brazos caídos
en las que me manifiesto
con un gran entusiasmo.
Fotografía: Eduard Barnieh
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