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ateo poeta

 

Con el paso de los años

se acentúan los rasgos únicos

que siempre nos parecieron casuales.

 

Medra el vello donde reside la ternura,

se sonrosa la piel expuesta a la inspección pública,

los ganglios de la verdad se inflaman como tumores,

cargamos con más peso en cada mudanza.

 

También se dulcifican nuestros miedos lácteos

o se nos afilan los colmillos si la vida resultó áspera

y nos hizo mella en los dedos.

 

Es preciso, no obstante, contrapesar

los dones naturales:

despojarnos de las culpas atómicas,

seguir interrogando a la esencia de la rosa,

nutrir de desnudez lo compartido,

imitar las fluctuaciones meteorológicas.

 

Entonces miro mi vanidad y mi juventud

a partes iguales y sé que se engañaban

continuamente.

 

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