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ateo poeta

 

Entonces preferí arrendar

todas mis dubitativas propiedades

intelectuales y empezar de nuevo.

 

Si hay tantas vidas por vivir, qué día

de la semana conviene regar las plantas

para que declamen a borbotones

los derechos orgánicos.

 

Poco a poco, alguna explosión

se apoderará de los restos calcinados

que aún no han mutado en diamantes

preciosos ni en aureolas.

 

Es posible el hiato, démosle su ración.

Para qué hemos combatido, si no,

con barro y escaramuzas. Ahora bien,

de qué cargar las alforjas.

 

Todos esos siglos padeciendo diagnósticos

graves ya no me apesadumbran.

Mis animales de compañía son altamente

agradecidos: casi no les cuesta existir.

 

Ahora bien, por qué me miran esos ojos

de gato desde lo oscuro. No son menos

inocentes.

 

 

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