Entonces preferí arrendar
todas mis dubitativas propiedades
intelectuales y empezar de nuevo.
Si hay tantas vidas por vivir, qué día
de la semana conviene regar las plantas
para que declamen a borbotones
los derechos orgánicos.
Poco a poco, alguna explosión
se apoderará de los restos calcinados
que aún no han mutado en diamantes
preciosos ni en aureolas.
Es posible el hiato, démosle su ración.
Para qué hemos combatido, si no,
con barro y escaramuzas. Ahora bien,
de qué cargar las alforjas.
Todos esos siglos padeciendo diagnósticos
graves ya no me apesadumbran.
Mis animales de compañía son altamente
agradecidos: casi no les cuesta existir.
Ahora bien, por qué me miran esos ojos
de gato desde lo oscuro. No son menos
inocentes.
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