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ateo poeta

 

 

Nada como escuchar

a un optimista

empedernido

para que se desate

mi vena

más cínica,

irónica,

catastrofista

o pervertida.

 

Y nada me irrita más

que escuchar

a un cínico

(o irónico

o apocalíptico

o integrado)

sobre los asuntos

más peliagudos

y dramáticos,

para que le salte

a la yugular

con mis arengas,

por mucho que me pese,

repletas

de optimismo.

 

No hay escapatoria posible

de ese círculo

vicioso.

 

Y si la hay,

tiendo a quedarme

con la mosca detrás

de la oreja.

 

 

Fotografía: Sebastiao Salgado

 

 

 

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