El punto medio
que no acaba de despuntar.
Se insinúa
como la belleza insólita
de los pétalos entumecidos
o las alas caprichosas
que pugnan por abandonar
su crisálida.
Las leyes de la oscilación,
sin embargo, empujan la línea
hacia uno de los extremos
tan a menudo aborrecibles:
del amor conducen al odio,
de la tristeza a lo exultante,
del ocaso al alba.
El punto medio podría ser
un buen antídoto
frente a los delirios
de pureza
si se aceptasen las espinas
de la rosa
y la metamorfosis
de los gusanos de seda.
Lo que observamos,
en su defecto,
son segmentos quebrados
y la virtud moribunda
del conjunto vacío.
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