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ateo poeta

Tsotsi

Tsotsi

ni el ganar un Oscar les sirve a muchas películas para salir de las catacumbas, aunque los cinéfilos clandestinos de todo el mundo hacen su labor sigilosamente y por 5 Yuanes / RMB (renminbí), 0,5 € al cambio, te la puedes encontrar pirateada (sólo con subtítulos en inglés, ¡oh sorpresa! no importa lo que constase en la carátula) en un puesto callejero de Pekín,

 

es del año 2005 y está dirigida por Gavin Hood, aunque es, sobre todo, la verosímil y versátil interpretación del protagonista, Presley Chweneyagae, la que estremece a medida que se suceden las imágenes,

 

narra la historia de un joven, Tsotsi, que vive en uno de esos guettos de Johannesburgo, el famoso Soweto, con casas hechas a remiendos, donde coexisten la máxima miseria, el analfabetismo, los ladrones de coches y personas que buscan su dignidad y supervivencia a pesar de las ruinas de esta civilización,

 

en el “trailer” de la película se presenta el guetto, de una forma harto sensacionalista, como “un lugar donde no hay esperanza”, donde “la vida no tiene sentido”; en un momento dado de la narración, un policía se pregunta cómo encontrar al joven delincuente en esa maraña de un millón de habitantes, aunque al final, gracias a la delación de una residente del guetto, acabarán dando con él,

 

pero Tsotsi no es sólo un joven delincuente con tres acólitos a su mando, su sangre fría tiene una explicación y las contradicciones morales de todos los implicados y del propio espectador emergen desde los primeros minutos, cuando el protagonista se hace cargo de un bebé, sin saber muy bien cómo…

 

la mayor virtud de la película es que te mantiene constantemente pegado a la pantalla y ni siquiera el final estremecedor te da un descanso,

 

de hecho, no hay una sola escena que no contenga una tensión dramática, un duelo moral, un trance vital ante las duras circunstancias en que se encuentran los más marginados (y también algunos privilegiados que, por azar, han sido objeto de su violencia),

 

todo ello sin necesidad de grandes efectos especiales, sólo una embriagadora luz y hermosos enfoques fotográficos, diálogos lacerantes y personajes que parecen más reales que la vida misma:

 

sirva de ejemplo cuando el mismo Tsotsi se enfrenta a un mendigo parapléjico, desahuciado por un sistema que le dejó sin recursos después de seccionarle las piernas en una mina de oro, y que toda su razón de vivir es, tan sólo, que le gusta sentir el calor del sol en sus manos… y es que, incluso en la miseria, todavía hay jerarquías sociales,


por desgracia, ni esperanza, ni salvación, ni redención, tal como pretende vendernos la publicidad del largometraje, son los futuros presumibles para esta historia, en la ficción o en su descarnado presente en innúmeras metrópolis del planeta, pero nos abre tantas puertas a la comprensión de la privación social y de nuestros recíprocos privilegios, que merece la pena asomarse a ellas

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