hoy, que no existes, que sólo eres la primera lluvia
de septiembre, que ni te imagino, con quien he sentido
el júbilo de encontrarnos por azar y el peso ligero de mis huesos
y mis movimientos cuando nos hemos despedido, hoy,
a años luz del día en que me dí de baja de la cola de mendigos,
no dejo de interrogarme: ¿qué puedo aprender de ti, mi zafiro?
¿qué puedo aprender de nuestra tierra en común?
¿en qué facetas podría crecer junto a ti antes de morirme en vida?
¿por qué sólo te deseo como una experiencia artística?
hoy aprecio mi equilibrio ante el movimiento de rotación
de un planeta que está lleno de locos, mis pisoteados conjuntos
de puntos que sustentan ese equilibrio, la dinamo que me imprime
luz y arrojo, combustibles líquidos, sólidos y gaseosos,
todo ese magma que cobra un orden natural cuando lo digieres,
y duermes, y respiras, y tragas, y exhalas sentimientos sublimes,
pensamientos generosos, nuevas líneas de horizonte
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