La pasión de Michel Foucault
El libro que me ha atrapado durante los últimos dos meses es una obra, ante todo, densa, espesa y extensa: La pasión de Michel Foucault (James Miller, 1993). Se trata de una biografía del filósofo francés en la que se alternan exégesis de sus principales ideas y un relato a trompicones de algunos de sus acontecimientos vitales más significativos. Me lancé a esta lectura sin reparar un instante en sus implicaciones. Podía hacerlo simplemente para seguir afinando mi dominio de las teorías que Foucault propuso en sus intrincadas publicaciones (Las palabras y las cosas, Vigilar y castigar, Historia de la sexualidad, etc.) y que tan afanado me tuvieron durante años (desencriptando, primero, y evaluando, después). Pero también podía tomarme la lectura con un distanciamiento literario, dejándome llevar por la curiosidad hacia vidas ajenas, por el carácter sorprendente y novelado de un personaje singular del siglo pasado. Posiblemente fueron ambas cosas las que me motivaron, pero no menos lo hicieron numerosos interrogantes acerca de mí mismo que ese espejo desnudaba desde la primera página.
Del Foucault activista frente al sistema carcelario y la homofobia tenía vagas noticias y, más que nada, una simple e ingénua admiración. A este respecto Miller muestra cómo se va gestando tardíamente su politización, los gestos públicos que adopta y su progresivo distanciamiento del izquierdismo más guerrillero. Del Foucault académico Miller presenta de forma algo simplificada, pero precisa, las principales tesis de cada una de sus obras. Lo mejor es que las emplaza en una red de complicidades filosóficas y literarias (entre las que destacan las figuras de Nietzsche y de Gilles Deleuze) que el propio Foucault se encargará de destejer con sus habituales ademanes escurridizos. Me resultó curioso, no obstante, comprobar cuán diferente fue en su día mi lectura sociológica de los libros de Foucault y por momentos me resistía a aceptar en la biografía confeccionada por Miller esa ausencia de subrayados en el método y en las proposiciones teóricas que de forma tan brillante aportó, a mi entender y al de muchos, al análisis sociológico.
Pero lo que sin duda constituye la fuerza motriz de este libro es la recomposición humana de Foucault como alguien fascinado y siempre al borde de experiencias-límite. La muerte, la locura, la violencia y el sadomasoquismo son algunos de los ejes que, al parecer, nutrían cada uno de sus actos solitarios y sociales. Su fallecimiento a causa del SIDA, posiblemente a raíz de sus temerarias prácticas sexuales en el mundo del cuero, va hilando la narración hasta culminar con las disquisiones últimas del filósofo -aparentemente contradictorias con todas sus provocaciones anteriores- acerca de los límites éticos de la violencia y del conocimiento de la verdad sobre uno mismo. Este maestro de la desconstrucción crítica de los conceptos convencionales poseía, además, un magnético don para envolver sus escritos artísticamente, con ficciones estéticas y sugerencias líricas, fruto evidente de sus propias convicciones acerca de las lábiles fronteras entre distintas formas de pensamiento. Nunca imaginé, pues, que se tratara de un hombre tan excesivamente serio, tan excesivamente irreverente, tan excesivamente inquieto, y discretamente apasionado. Tan excesivo, en definitiva. Por todo ello (corolario) encuentro conmovedor este relato sobre su vida y su obra, superando con creces a muchas novelas al uso con las que te distraes en el metro y, sobre todo, poniendo de relieve cuestiones espinosas (acerca de la libertad, la ciencia o el placer, por ejemplo) que cualquier persona inconformista y sensible se suele plantear.
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roxana -