Asedio de lo frágil:
por lo frágil, a lo frágil,
con lo frágil.
Desde ese punto de equilibrio,
de austeridad.
Como si el universo se plegara
en esa inflexión.
Y no morir. No morir al palparlo,
aun hacia su sima.
Estas guerras locales:
armaduras, corazas, ignorancia.
Pasarán, amigo.
No volverán nuestras células
muertas. Ni los hijos.
Ni aquellas ilusiones carnales e infinitas
que incendiaban nuestros cuerpos.
Y rubricamos la defunción
de las heroicidades vanas.
¿Asedio?
¿Con qué derechos, blandiendo
qué argucias?
La luz cenital y las bayas dulces
están pletóricas, no hay fosos.
Tus pinceles designan y renombran.
El que crea, no descansa.
Revive cada mañana
de acuerdo al contrato natural:
ni gana ni pierde.
Nadie le representa.
Lo frágil, me recordaste, no es la debilidad.
Ahí le ganamos una partida
al cirujano, siempre al borde del precipicio.
Siempre hay un próximo instante.
Ni asirlo con fuerza,
ni dejarlo caer de golpe en el suelo del olvido.
Lo dicen del amor que se rompe
siempre. Lo más frágil
y lo más difícil.
Bebernos el limón de los días.
Bebernos los buenos y los malos tragos
y hacer caso omiso
a la moral de los pusilánimes.
Frente al asedio:
beber y brindar con nuestro enemigo interior,
el más mortífero de todos.
2 comentarios
ateopoeta -
ana p. -