Viajando con Zenón
Al filo de la hora de cierre, en el supermercado del barrio, secciones de embutidos y carnicería: tres empleadas sueñan estentóreas en voz alta, si les tocase la lotería viajarían lejos, unas a lugares exóticos, otras a exquisitos parajes y balnearios; pero que toque mucho, concuerdan, como para jubilarse.
Lo peor serian unas migajas, que la ilusión siga royéndoles de por vida.
A mi izquierda, en el avión, una joven sueca y rubia y madre por segunda vez: sigue cobrando el noventa por cien de su, sospecho, abultado salario, durante dieciséis meses; antes viajaba sola una vez por semana a las embajadas suecas por todo el mundo, y lo echa de menos.
Le hace pedorretas a su bebé y sueña con volver a cabalgar los cielos. Un azafato que le da el relevo comenta que en este vuelo han despachado más menús, de pago, que de costumbre.
En las reclusiones físicas sólo cabe la evasión interior.
De las cárceles invisibles pensamos que podemos huir a algún exterior, el que sea.
Pero el movimiento, si no es paradójico, produce constantes ‘jet lags’ y mareos.
(Por cierto, ¿cuántos sentidos de la vida cobijarían todos aquellos turistas?)
2 comentarios
ateopoeta -
polikarpov -