Reluce todo el cargamento de días
y palabras y la piel erizada, toda esa
vida siempre por pasarelas estrechas
o entre multitudes solícitas de
reconciliación, relucen intermitentes
en lo oscuro, aligerando toda su masa
y solemnidad, mis fuentes heladas,
oteros, corazón sin más ley que el
torbellino, esa tenue membrana
que sabes porosa al ruego de tus labios,
a tu sal, al limón, al azafrán, a la uva
exprimida sobre la sed que duerme.
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