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ateo poeta

 

Reluce todo el cargamento de días

y palabras y la piel erizada, toda esa

vida siempre por pasarelas estrechas

o entre multitudes solícitas de

reconciliación, relucen intermitentes

en lo oscuro, aligerando toda su masa

y solemnidad, mis fuentes heladas,

oteros, corazón sin más ley que el

torbellino, esa tenue membrana

que sabes porosa al ruego de tus labios,

a tu sal, al limón, al azafrán, a la uva

exprimida sobre la sed que duerme.

 

 

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