Quiero comenzar este exordio
señalando la grieta.
Ahí, donde yacen los desechos.
En lo oscuro,
donde se impreca.
¿Qué artimañas causaron
los estragos?
¿Cuál es el límite
para que sigamos tolerando
el alambre oxidado,
atado fuerte, alrededor del cuello?
Ya probé
la evasión permanente,
el licor de la asamblea general.
En los horizontes anaranjados,
en la brisa húmeda
de la conciencia nítida,
la inmovilidad.
De golpe,
sólo así, abrupta,
acontece la realidad
(estrías, desniveles, cortinas de humo).
Dentro de mí,
el ojo del huracán.
¿Sólo hay que atravesar
lo amargo?
Aprecio la longevidad
sazonada
y la rebeldía.
Albricias
para quienes aman el caos
sin perder el equilibrio.
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