Ayer volabas dichosa
en tu bicicleta nueva,
tus melenas ensortijadas
helaban los instantes
y sonreías como la mariposa
ebria de palpitaciones.
Se auguraban caminos en tu
corazón infinito
y tu pecho transparentaba
la golosina de las
zarzamoras.
Parecías tan lejos y tan leve,
tan sublime en tu pedalear
sinuoso, floreciendo
en septiembre, hablando
de un mar verde e ignoto,
que perdía el rumbo,
encallaba en tus corales,
buscaba otro ángulo
para comprenderte
en tanta plenitud.
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